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sábado, 16 de abril de 2011

Cuba : Aniversario del desembarco de Bahía Cochinos (IV)

Playa Girón, aniversario de la fallida invasión Norteamericana a Cuba (IV)

Testimonio de Raúl Curbelo Morales: 


“Pienso que el caso mío es el de otros tantos compañeros. A pesar de que yo no tenía conocimientos sobre la aviación ocupé esa responsabilidad. En momentos cruciales Fidel, por razones de su instinto y de su sentido de la guerra, quería tener en San Antonio alguien que entendiera las órdenes que él daba. Tuve la suerte de que soy de Cienfuegos. Antes del triunfo de la Revolución, yo había ido a caballo por Yaguaramas, y conocía toda esa zona hasta Girón. Esa fue una suerte tremenda, porque si el desembarco se produce por Mariel o Bahía Honda, zonas que no conocía, hubiera tenido dificultades para dirigir las acciones militares. Fidel se conocía los caminos y toda la zona donde se produjo el desembarco, porque la Revolución había hecho las carreteras, los terraplenes, se lo conocía todo aquello de memoria y cada vez que él me decía un punto yo podía contestarle, cuando me daba instrucciones de que la aviación actuara en cualquier punto de los que él me indicaba, yo cumplía. 



“Fidel me hizo muchas llamadas al puesto de mando de la base de San Antonio. Yo me instalé en la torre de control y allí recibía las órdenes. 



“El comandante Raúl Guerra Bermejo, Maro, era el jefe de la Fuerza Aérea, él era comandante y yo capitán.” 



“Recuerdo que yo le dije a Maro: ‘Yo no conozco de las condiciones de tierra aquí, yo no sé dónde está el armamento, ni conozco el manejo de la preparación de los aviones para el combate, así que tú te ocupas de la tierra que yo me voy a ir para la torre de control, para dirigir allá arriba con los pilotos las instrucciones que reciba del Comandante en Jefe’. 



“Y Maro, con un entusiasmo, un valor y una decisión sin reserva ninguna, jugó un papel importantísimo allí con todo el personal de retaguardia. Maro tuvo relaciones muy buenas conmigo.” 



“Hay un factor que fue decisivo y donde se demuestra el arte para la cuestión militar que tiene el Comandante en Jefe.” 



“Mi versión era atacar las tropas en tierra. Fidel me respondió: ‘No, hay que atacar a los barcos. ¡A los barcos!’. 



“En aquel momento no lo entendí, logré entenderlo más adelante cuando realicé estudios militares. En la lucha contra un desembarco marítimo, lo primero que hay que inutilizar son los medios navales que están produciendo el desembarco. Eso lo hizo él como si hubiera estudiado en las grandes academias militares, por esa intuición propia de Fidel, porque su guerra en la Sierra Maestra no tenía que ver con barcos, ni acciones de este tipo. Quizás en sus lecturas sobre la Primera y Segunda Guerra Mundial, las grandes campañas militares de los romanos, y otros teóricos militares le dieron esos conocimientos históricos de las grandes batallas. 



“Él me reiteró: ‘Hay que hundir a los barcos.’ Ahí fue donde yo le dije: ‘Mire, Comandante, casualmente tengo cerca de mí a Carreras. Si usted quiere se lo pongo.’ 



“Me responde: ‘¡Pónmelo!’ Y fue cuando él le pidió a Carreras: ‘¡Húndanme los barcos! ¡A los barcos, Carreras!’ Fue ese el momento. Poco después Carreras despegó en su avión y más tarde tuvimos la noticia de que le metió los rockets al Houston primero y luego al Río Escondido.” 



Estas fueron las palabras sinceras de Raúl Curbelo. 


 

La II fase del plan para la intervención del Ejército de los EEUU.



Por el heroísmo y la belleza de la narración de la hazaña que llevó a cabo este piloto, debo incluir en esta Reflexión lo que contó el General Enrique Carrera Rolas a la Editorial Letras Cubanas en 1979, y la importancia que tuvo preservar los pocos aviones de combate de que disponíamos. 



Testimonio del General Enrique Carrera Rolas: 
“El Comandante en Jefe nos visitaba mucho en la base aérea de San Antonio. Hablaba con los técnicos y los pilotos. 



“En esas conversaciones nos dijo: ‘Miren, esos aviones destartalados que ustedes vuelan, deben dislocarlos y no tenerlos aglomerados, de manera que si se produce un ataque aéreo, el enemigo destruya los aparatos dados de baja. Pónganlos distantes uno de otros con el fin de confundirlos y preservar nuestras máquinas. Estoy seguro de que nos atacarán. Muévanse antes de que vengan’. Así ocurrió. 



“Estaba cubriendo mi turno de guardia en el avión cuando me comunican que el Comandante en Jefe quiere hablar conmigo. 



“‘Carreras, en Playa Girón se está llevando a cabo un desembarco. Despeguen y lleguen allá al amanecer. Hundan los barcos que transportan las tropas y no los dejen ir’. 



“Llegó la orden de despegar a las cinco de la mañana. Cuando me dijeron que se trataba de un desembarco pensé que se referían a algún yate u otro buque más grande que estaba dejando gente por la costa. No podía imaginar ni remotamente que iba a vérmelas con el espectáculo que me esperaba sobre la Bahía de Cochinos y Playa Girón. Sólo teníamos tres aparatos en activo al llegar el momento del despegue: dos Sea Fury y un B-26 mal artillado. Me elevé el primero como jefe de cuadrilla. Me seguían Bourzac (Gustavo Bourzac Millar) y Silva, (Luis Silva Tablada) que le habían jugado una mala pasada a Lagas (Jaques Lagas, piloto chileno). Veinte minutos más tarde volábamos sobre el objetivo. Lo que vi seis mil pies debajo de mí, en la primera ojeada que lancé, me hizo creer que soñaba o que ante mis ojos proyectaban algún documental o película de la Segunda Guerra Mundial. Pensé que lo que estaba viendo era como un remedo del desembarco en Normandía, en pequeña escala. Cerca de la costa, en Playa Girón, había por lo menos entre siete y ocho embarcaciones grandes y un número indeterminado de lanchones y lanchas de desembarco en pleno ajetreo. Observé que un barco de transporte enorme navegaba hacia el interior de la Bahía de Cochinos, seguido por una fragata de guerra, que viene a ser la unidad naval que sucede en importancia al destroyer. 



“Decidí por la libre, en segundos. Y escogí la primera presa: el buque que se dirigía a Playa Larga. Di instrucciones en clave por radio a mis compañeros y me lancé el primero al ataque. Desde la altura entre cinco mil y siete mil pies descendimos en picada hacia el Houston, un transporte tipo Liberty, de ocho mil toneladas, era nuestro objetivo, repleto de tropas y suministros bélicos. A mil quinientos pies afiné la puntería y le disparé mi carga de cuatro cohetes. Algo raro me daba vueltas por dentro. Me parecía que estaba envuelto por una neblina. Solamente tenía experiencias en contadas prácticas de tiro aéreo y no sabía lo que era una guerra. 



“Ya habíamos sido avistados por el enemigo, y el fuego antiaéreo que se desató contra nosotros era una cosa de locura. Docenas de baterías -ametralladoras y cañones- vomitaban metralla hacia arriba. Era un espectáculo impresionante ver el espacio iluminado por las luces de las trazadoras y las explosiones de los proyectiles. 



“Les puedo asegurar que lo que ensayamos fue una acción kamikaze, como los pilotos suicidas japoneses. 



“Hice funcionar el mecanismo para disparar los cohetes y seguí con la mirada la ruta que tomaban. Confieso que me llenó de sorpresa verlos hacer blanco en la popa del Houston. El buque comenzó a humear y comprobé que su piloto, en urgente maniobra, lo dirigía hacia la orilla para encallarlo. Bourzac y Silva también dispararon sus cohetes contra el Houston logrando impactos francos en el mismo. La fragata de guerra que lo escoltaba, comprendiendo que el barco estaba perdido, pues ya hacia agua, comenzó a zigzaguear y viró en redondo para ganar la boca de la bahía y unirse a la flotilla frente a Playa Girón. 



“Hice dos pases más sobre el objetivo descargando todo el parque de mis ametralladoras. Después retorné a la base. 



“Cuando descendí de la cabina, estaba todo excitado. Hasta cierto punto me había parecido todo tan fácil -apretar botones y ver la estructura de un barco deshacerse como si fuera de papel- que quería contarle a todo el mundo lo ocurrido. Curbelo me llamó a Operaciones y rendí informe. Después me dijeron que casi no entendían lo que yo decía al principio, pues comencé confundiendo los rumbos y haciéndome un amasijo en las explicaciones. Hasta que me serené un poco, y pude coordinar un parte decente. 



“Ya el Comandante Castro estaba complacido. Le habíamos dedicado el primer barco. 






“No sé qué tiempo demoraron en alistar mi aparato nuevamente. Combustible, municiones. Los mecánicos y la gente de armamento volaban. Hicieron las cosas en un tercio del tiempo normal, calculo yo, y me lancé al aire de nuevo, cargando esta vez ocho cohetes de cinco pulgadas. Me dirigí a Playa Girón. Desde lo alto pude ver al Houston, cerca de Playa Larga encallado, como un gran pez herido de muerte. Frente a Playa Girón divisé un barco todavía más grande que el Houston. Era el Río Escondido, que, según me enteré posteriormente, era uno de los que traía más personal y equipo para los mercenarios. A bordo llevaban la planta emisora con que esos canallas pensaban arengar al pueblo de Cuba una vez instalada en tierra. Además, camiones, piezas de repuesto para aviones -en sus planes estaba lograr una base aérea en la pista de Playa Girón y operar desde allí con su aviación-, combustible para éstos y mucho parque. El Río Escondido se hallaba a unas tres millas al sur de la costa. 



“Los cohetes de mi Sea Fury partieron en busca del enorme barco como unos relámpagos humeantes. ¡Tocado! Lo alcanzaron en el mismísimo centro. Más tiempo tardo yo en contarlo que lo que demoró el Río Escondido en estallar como un triquitraque, envuelto en llamas. 



“Cuando estaba gozando del espectáculo todavía novedoso para mí, me percaté de que un B-26 se me acercaba. Pensé que era el avión de Silva, pero inmediatamente me di cuenta de que no teníamos ningún B-26 volando en esos momentos. El engaño era casi perfecto, pues lo único distinto que en el aparato distinguí fueron unas franjas azules en las alas. Aparte de eso, tenía los colores, la bandera cubana y la insignia de la FAR exactamente igual que nuestras naves. Hice un giro, aprovechando la velocidad de mi ‘Furioso’, superior a la del bombardero enemigo, y logré situarme en su cola. Era una ‘doce en punto’ perfecta. (Los pilotos usaban ese lenguaje para definir la posición de adversarios en el aire). 



“A pesar de mi ventajosa posición, el B-26 logró abrirme fuego primero con la ametralladora de cola. Contesté con una ráfaga larga de mi calibre 50, tocándolo en uno de los motores. Le vi perder altura, despidiendo humo y descender hacia los barcos de guerra que navegaban abajo como buscando protección. Al fin cayó al mar junto a uno de los buques. 



“No sé si fueron los disparos del B-26 o las descargas de las baterías antiaéreas de los barcos, pero comprendí que me habían tocado en el motor. El Sea Fury fallaba. A pesar de ello hice varios pases sobre los barcos hasta agotar las municiones. Después me dirigí a la base. Al hacer plataforma, el aparato no respondió bien. Apenas le cayeron encima los mecánicos, me dieron la explicación. Dos proyectiles me habían averiado uno de los cilindros, percance bastante serio. 



“Pero todos los que estábamos allí sabíamos que era más peligroso tripular cualquiera de aquellos aviones que enfrentarse al enemigo en un duelo a tiros. 



“Muy a mi pesar, tuve que someterme a un receso obligado. La reparación tomaba tiempo y ya no podría volver a volar ese día. 



“Pero estaba contentísimo: un saldo a mi favor de dos barcos grandes y un avión enemigo. 



“Pensé que Fidel Castro tenía que sentirse complacido. Carreras no le había fallado.” 



 

Carreras espera que los técnicos terminen con su avión para salir nuevamente al combate



Los pilotos en un día pusieron fuera de combate, solo en el “Houston”, un batallón completo de mercenarios que no pudo combatir, y le causaron a los invasores numerosas bajas en el “Río Escondido”; su flota completa estaba en fuga. Calculo que disponíamos apenas la mitad de los aviones de combate del enemigo. 


Raúl Curbelo lo explica: 
“Carreras atacó a los barcos. Primero averió y encalló al Houston, regresó a la base y volvió a Bahía de Cochinos, atacó al Río Escondido y lo hundió. Era el principal porque traía combustible y gran cantidad de municiones de reserva, que era importantísimo para los objetivos que se proponían los mercenarios. 



“Considero que ese fue el momento clave, después vienen otros momentos, que definen la derrota en setenta y dos horas, porque se hundió un barco y se inutilizó el otro con un batallón completo dentro, se destruyeron barcazas que estaban en proceso de desembarco, y otros barcos más, uno que era El Atlántico, al ver el barco hundido y que el otro estaba inutilizado, se separaron de tierra, porque estaban aproximadamente a unas tres millas de la costa.” 



Testimonio de Harold Ferrer Martínez: 



“Cuando se produjo el ataque a los aeropuertos, cerca de las 02:00 horas, el Comandante en Jefe me llamó a Cojímar y me hizo algunas preguntas sobre los hombres que tenía allí, el armamento y los medios de transporte; nos dijo que estuviéramos listos para salir, porque probablemente tuviéramos que entrar en acción. Pero sin dar detalles. 



“El día 17 de abril Celia me llamó a Cojímar, me comunicó la noticia del desembarco por Girón y el Comandante me dio la orden de estar listos para partir por la mañana, me dejó instrucciones de salir y esperar en Matanzas. 



“Yo había salido a buscar unos medios de transporte. 



“El Comandante en Jefe en 1959, había reunido a un grupo de oficiales del Ejército Rebelde y nos había preguntado que quiénes estábamos en disposición de ir para Minas del Frío a cumplir una misión. En el grupo estaban los oficiales del Ejército Rebelde Leopoldo Cintra Fría, Polo, los hermanos Sotomayor, los Pardo, el capitán Gaspar Camejo, Hugo del Río y otros compañeros. 



“La idea era contar con compañeros con preparación para dirigir miles de soldados del Ejército Rebelde, darle un adiestramiento y subir once veces el pico Turquino, con el objetivo de preparar las nuevas columnas para rechazar cualquier agresión del exterior. 



“De ahí es donde sale esta columna que él mismo le pone el nombre: José Martí. Personalmente, él se encargó de darle los primeros transportes y armamentos que llegaron de la Unión Soviética, las misiones que debía llevar cada soldado. Se formaron las dos columnas: la de artillería al mando de Polo, y la de infantería bajo mi mando. Yo fui para la Base Granma donde tuvimos un curso de adiestramiento, de allí salimos unos días para el campamento de Managua y después nos trasladamos para Cojímar. 



“Eran cuatro compañías de Infantería, una compañía de baterías de morteros, una compañía de ametralladoras y los lanzallamas que estaban en el INRA, que se nos subordinaban, eran unos seiscientos hombres. No tenía la organización de batallón, sino de columna, no llegaba a un batallón.” 



“Estuvimos atrincherados en Casablanca y después nos ubicaron en Cojímar que era mi ubicación permanente.” 



“Cuando se produjo la invasión nos dijo que estuviéramos listos para salir y esperar en Matanzas. En esta ciudad nos dio órdenes de esperar en el cuartel de Jovellanos a donde llegamos en horas de la tarde. 



“Allí nos dio la misión de trasladarnos hasta la Laguna del Tesoro y desde allí atacar junto con los tanques, con el apoyo de la artillería, las posiciones que tenían los mercenarios que habían ocupado la carretera desde Pálpite a Playa Larga.” 



“Fidel nos dio detalles de las características de la zona cenagosa, de difícil acceso por una sola carretera con pantanos y vegetación en ambos lados. Nos alertó de que era una misión difícil, pero sería histórica porque había que desalojar al enemigo de sus posiciones. 



“La Columna 1 estaba formada por unos seiscientos hombres, y se le subordinaban dos compañías de bazuqueros y lanzallamas que teníamos en el INRA. 



“Mientras recibía las órdenes de Fidel, le ordené a un jefe que dislocara a la Columna cerca de la Carretera Central, pero hubo una confusión y parte de la artillería siguió hacia Colón. Traté de avisarle para que regresaran y no me quedó más remedio que informarle al Comandante lo que había sucedido; me dijo que él se encargaba de localizar al resto del personal y enviarlo hacia la zona de las acciones.” 



Ya desde la tarde me encuentro en la zona de operaciones y envío una orden manuscrita al capitán Fernández: 



“Fernández: 



“He decidido enviar los otros doce obuses y apoyarlos con dos baterías de ametralladoras múltiples y además una batería de cañón antiaéreo, pues considero de suma importancia abrir un barraje infernal. Procura disparar con el mayor número de obuses posible en barreras. 



“Fidel. C Australia. Abril 17,61, 



“7 p.m.” 


 

Fidel dando instrucciones durante los combates

Continuación AQUÍ

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